Verano en el pueblo
El día que terminó el cole nos despedimos de los amigos y sus padres hasta septiembre preguntándonos un poco todos que haríamos en estos largos dos meses y medio …. unos comentaban que irían alguna semana a la playa luego en agosto, otros pasarían por aquí todo el verano, otros irían y vendrían con los niños aprovechando las vacaciones del padre primero y luego de la madre... ¿y vosotros? Ah que vosotros tenéis pueblo! nos dijo la madre de Paula con un pelín de envidia, y en ese momento fui consciente, otra vez, de la suerte que tenemos los que podemos escaparnos al pueblo y disfrutar así un poco más nuestras vacaciones estivales.
Y es que poder ir al pueblo de vacaciones es un lujo y además, creo que nos aporta mucho tanto a los pequeños como a los mayores por muchos motivos, por ejemplo, en el pueblo nuestros hijos son mucho más libres que en la ciudad. Sí, desde que se levantan hasta que se acuestan están en la calle y entran y salen sin que tengamos que estar todo el tiempo super pendientes de ellos. Además ganan en independencia, pues allí pueden ir a la casa de la tía” tal” o del amigo “cual” sin ningún problema con mucha más seguridad que en la ciudad en la que es impensable que ellos se muevan sin que les acompañemos nosotros.
A nivel humano estar una temporada en el pueblo hace que los niños convivan con grandes y pequeños durante todo el día. En un pueblo los niños están rodeados de gente de todas las edades y lo mismo juegan a las cartas con los abuelos o los tíos que corren con los niños de su edad en el parque o con la bicicleta, y todo ese tiempo que pasan en la calle suelen estar haciendo ejercicio, con la bici, con el patín, en la piscina, en el río,… se pasan el día en movimiento, circunstancia que en la ciudad no es posible.
Como decimos, las relaciones sociales en un entorno rural son mucho más cercanas que en la ciudad, y así ir a por el pan o a comprar fruta puede ser toda una experiencia para los niños. Si confiamos en ellos para que realicen estas acciones cotidianas se pueden sentir importantes, también les ayudamos a desarrollar su sentido de la responsabilidad y si además nos ayudan y evitamos un paseo a la tienda pues mejor que mejor.
¿Y qué me decís de los huertos que tienen los abuelos o los vecinos en el pueblo? No tienen nada que ver con el huerto del cole. El huerto del abuelo puede servir durante todo el verano de supermercado y no hay cosa que más guste a los peques que ir al huerto a coger unos tomates o ver como a partir de una estupenda flor amarilla van creciendo día a día los calabacines hasta hacerse más grandes que su muñeco favorito. También es importante para que valoren el duro trabajo que supone tener un huerto. Hay que regar a diario, cuidar las plantas y trabajar mucho para tener una buena cosecha.
Otra cosa que solo pueden ver nuestros peques en el pueblo es el cielo lleno de estrellas, algunas hasta fugaces... Ese maravilloso espectáculo no está a nuestro alcance en la ciudad pero en el pueblo, si después de cenar nos vamos con los amigos o los primos a un sitio con poca luz, podremos asistir a algo inolvidable y llegar a ser unos expertos conocedores de las constelaciones. Ver la Osa Mayor, la Osa Menor, el Camino de Santiago o Casiopea es todo un acontecimiento.
Y lo mejor, parece que las vacaciones son más largas para las familias que tenemos pueblo porque después de ir a la playa o salir de lo cotidiano durante una semana, e incluso dos, podemos seguir disfrutando de nuestros días libres en el pueblo hasta completar los días sin trabajo. Mucha gente que no tiene esa opción no puede estar un mes completo fuera de su casa por todo lo que supone.
Sin duda tener pueblo tiene muchas ventajas y nosotros, otro año más, vamos a disfrutar de ellas encantados. En septiembre regresaremos a la ciudad llenos de energía, asilvestrados y con muchas experiencias en nuestro haber. ¡Felices vacaciones!